El calentamiento global es un término utilizado para referirse al fenómeno del aumento de la temperatura media global, de la atmósfera terrestre y de los océanos, desde 1850, coincidiendo con el final de la denominada Pequeña Edad de Hielo,[1] o ya sea en relación a periodos más extensos.[2] Este incremento se habría acentuado en las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI.
El calentamiento global está asociado a un cambio climático que puede tener causa antropogénica o no. El principal efecto que causa el calentamiento global es el efecto invernadero, fenómeno que se refiere a la absorción —por ciertos gases atmosféricos; principalmente CO2— de parte de la energía que el suelo emite, como consecuencia de haber sido calentado por la radiación solar. El efecto invernadero natural que estabiliza el clima de la Tierra no es cuestión que se incluya en el debate sobre el calentamiento global. Sin este efecto invernadero natural las temperaturas caerían aproximadamente en unos 30 °C; con tal cambio, los océanos podrían congelarse y la vida, tal como la conocemos, sería imposible. Para que este efecto se produzca, son necesarios estos gases de efecto invernadero, pero en proporciones adecuadas. Lo que preocupa a los climatólogos es que una elevación de esa proporción producirá un aumento de la temperatura debido al calor atrapado en la baja atmósfera.
El cuerpo de la ONU encargado del análisis de los datos científicos relevantes —el IPCC (Inter-Governmental Panel on Climate Change o Panel Intergubernamental del Cambio Climático)— sostiene que: «la mayoría de los aumentos observados en la temperatura media del globo desde la mitad del siglo XX, son muy probablemente debidos al aumento observado en las concentraciones de GEI antropogénicas».[3] Esto es conocido como la teoría antropogénica, y predice que el calentamiento global continuará si lo hacen las emisiones de gases de efecto invernadero. En el último reporte con proyecciones de modelos climáticos presentados por IPCC, indican que es probable que temperatura global de la superficie, aumente entre 1,1 a 6,4 °C (2,0 a 11,5 °F) durante el siglo 21.[4]
Cualquier tipo de cambio climático, además implica cambios en otras variables. Sus múltiples interacciones hacen que la única manera de evaluar estos cambios sea mediante el uso de modelos computacionales, los cuales intentan simular la física de la atmósfera y del océano.
El Protocolo de Kyoto, acuerdo originado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y adoptado en la Conferencias de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, promueve una reducción de emisiones contaminantes, principalmente CO2. El protocolo ha sido tachado en ciertas ocasiones de injusto,[cita requerida] ya que el incremento de las emisiones tradicionalmente está asociado al desarrollo económico, con lo que las naciones que resultarían más afectadas por el cumplimiento de este protocolo podrían ser aquellas en zonas menos desarrolladas. No obstante en el citado protocolo, las naciones en desarrollo (incluidas China o la India) están exentas de contener sus emisiones de GEI.
Más allá del consenso científico general en torno a la aceptación del origen principalmente antropogénico del calentamiento global,[5] [6] [7] hay un intenso debate político sobre la realidad, de la evidencia científica del mismo. Por ejemplo, algunos de esos políticos opinan que el presunto consenso climático es una completa falacia,[8] y en enero de 2009 la minoría republicana del Senado de los Estados Unidos elaboró una lista con más de 700 científicos que disentían del origen antrópico de los cambios de temperatura de la Tierra.[9] En 2009 se descubrió el pretendido escándalo del denominado Climagate, que alegadamente demostró que los científicos de la Unidad de Investigación del Clima de la Universidad de East Anglia habrían manipulado los datos para así coincidir con las teorías del calentamiento global.[10] [11] Sin embargo, observadores científicos independientes cuestionan esa interpretación. Nature comenta: “Lo que los correos electrónicos no muestran, es sin embargo una gran conspiración para confeccionar el calentamiento global...”[12] New Scientist apunta que “no se ha mostrado que haya en los correos electrónicos hackeados algo que implique una socavación de ninguna de las conclusiones científicas”.[13] Continuando a examinar algunas de las sugerencias de los escépticos del origen antropogénico del calentamiento global, el artículo muestra varios ejemplos sobre la falta de ajustamiento a los hechos y su rigor -por ejemplo, la presentación de artículos de opinión de periodistas, como “artículos científicos revisados por pares”- y concluye: “dejamos que los lectores saquen sus propias conclusiones, acerca de en quien confiar”.
Algunos de los oponentes políticos de la propuesta parecen temer que las propuestas de acción para prevenir consecuencias del fenómeno, tengan una motivación política. Por ejemplo, el vizconde Christopher Monckton (hombre de negocios, político y periodista británico, autocreditado “experto en el cambio climático” a pesar de carecer de alguna cualificación científica) argumenta que el propósito del “tratado” que en su opinión sería inevitablemente firmado en Copenhague (ver Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU 2009), es el de imponer un Gobierno Mundial, impulsado entre otros por Obama, quien sería, en la opinión del Sr vizconde, un "simpatizante comunista".[14] Conviene recordar que tanto la idea del Gobierno Mundial como del comunismo, son poderosas bestias negras en la ideología de ciertos sectores políticos en EEUU. (ver por ejemplo, Nuevo Orden Mundial (conspiración)). El vizconde ha sido acusado repetidamente de manipular los datos.[15]
Existen además intereses económicos cruzados ya que hay muchas empresas que podrían ser negativamente afectadas si se las hiciera responsable de sus externalidades,[16] específicamente en el caso del control de emisiones de CO2 (ver también tragedia de los comunes), además de existir otras que se lucran extraordinariamente de las cuantiosas subvenciones a energías renovables, cuyos elevados costos las hacen incapaces de competir con las tradicionales (que sí emiten CO2). Así por ejemplo, el jefe del IPCC, Rajendra Pachauri fue acusado por Monckton, - en diciembre de 2009- de conflicto de intereses, uso de información privilegiada por su pasado como magnate petrolero y sus vínculos con el comercio de cuotas de emisión de contaminación.[17] Al Gore ha sido cuestionado por lucrarse invirtiendo en empresas verdes auspiciadas por la política ecologista.[18] [19] De igual modo, el diario izquierdista británico The Guardian y la ONG ecologista Greenpeace, acusaron en 2007 a la petrolera ExxonMobil de financiar informes que pusieran en duda la tesis oficial sobre el cambio climático.[20]
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